miércoles, 20 de enero de 2016

"Mono Sentado" tener pistola

Me sucedió hace algún tiempo. Media docena de amigos y amigas caminábamos en animosa charla por la Carrera de Santiago en dirección a Somera. Eran las diez de la noche y a alguien le tocaba pagar la segunda ronda. De pronto, al girar hacia Tendería, un coche con las luces apagadas se nos echó encima a demasiada velocidad. Susto, salto hacia atrás y exabrupto de mi boca: ¡cagüendios, que es peatonal! Frenazo en seco, tirón de freno de mano, las dos puertas delanteras abiertas de golpe. Era un coche patrulla de la Policía Municipal, sus ocupantes, dos agentes ya veteranos, se bajaron con las porras en la mano.

- ¿A ti qué te pasa? ¿tienes algo que decir? -vociferó el uniformado que ocupaba el puesto de copiloto mientras avanzaba hacia mí.
- Pues que esto es peatonal y casi nos atropellan -contesté sorprendido por la agresividad del tipo.
- ¿Peatonal, eh? dame la documentación, listo -se la entregué, sin rechistar y sin entender muy bien qué estaba pasando allí.
- Por cierto -continuó el airado guardia-, ¿no sabes que es peatonal, excepto para vehículos de emergencia?
- Ah, ya, ¿y se puede saber qué emergencia van a atender, que les sobra tiempo para tocarme a mí las narices?
- Pues igual vamos a recoger a tu madre, que a lo mejor se ha caido de la cama, listo -me espetó, acercando su cara a la mía.
- Oiga, si no le importa, deje de llamarme listo.
- Bueno, pues igual vamos a ayudar a tu madre, toonto -me soltó, remarcando muy bien lo de "toonto".
- Oiga yo no le he faltado al respeto, así que haga usted lo mismo y ya de paso, deje de tutearme -mi cabreo iba in crescendo.
- Yo no te he faltado al respeto -me replicó con sorna e insistiendo en el tuteo-, sólo te he dado la razón. Si no quieres que te llame listo será porque eres toonto -el otro sonreía divertido ante el ingenio de su compañero de armas.

En aquel momento salió en mi defensa una de las chicas que me acompañaban. Una chica menudita, tímida y dulce. Hubo que calmarla ante el riesgo de que les sacara los ojos a los dos munipas, a los refuerzos y a la División Acorazada Brunete entera si se hubiera presentado.

- Además -prosiguió el ingenioso-, ¿cómo pretendes que patrullemos?
- Emmm... pues siendo una zona peatonal, ¿andando, por ejemplo?
- ¡Mira el listo! ¿pretendes que trabajemos ocho horas de pie?

Estupefacto ante la respuesta, empezaron a desfilar por delante de mis ojos todas las profesiones que conozco en las que ocho son la cantidad mínima de horas que hay que pasar de pie en su desempeño, cobrando bastante menos que un policía municipal de Bilbao, por cierto. En ese instante, mi sensación de asco y desprecio superó por goleada a la de cabreo.

- Bueno, pues ahora tranquilito, que tenemos para rato -sentenció con cara de satisfacción.

El rato fueron tres cuartos de hora largos, hasta que decidieron devolverme la documentación y salir pitando a resolver la emergencia que les reclamaba. Mi madre estaba bien, por cierto.

No les pedí su número de identificación, porque uno se ha criado en el Bilbao de los ochenta y sabe bien que no es buena idea exigir números de placa a policías cabreados. Menos aún en recovecos oscuros de las calles de la Villa.

A mí me han dicho siempre que un policía es un trabajador como cualquier otro -nos lo repiten hasta la náusea, como sólo hay que repetir las cosas que no son verdad-, pero he podido comprobar en demasiadas ocasiones que las porras, las placas y las pistolas al cinto ejercen una extraña influencia en el comportamiento de sus portadores que nunca he observado con las llaves inglesas, los destornilladores, los bolígrafos, los ordenadores u otras herramientas. Habría que investigar esto.

Hace poco he vuelto a ver a aquel tipo. En las Siete Calles también. Allí estaba él, con su calva reluciente, sus ricitos relamidos con gomina en el cogote, sus gafas de sol, su escote abierto, sus mangas recogidas por encima de los codos y sus guantes de cuero negros. Sentado en el coche patrulla, por supuesto. Puede que crea que de esa guisa tiene aspecto de tipo duro. Alguien debería decirle que en realidad, de lo que tiene pinta es de falangista putero. No seré yo quien lo haga, que el personaje es muy aficionado a la conversación, tiende a enrollarse bastante y yo suelo andar con prisa.

4 comentarios:

  1. Se les da una porra y una pistola, y se transforman como el extraterrestre que se puso el trocornio en la cabeza.

    ResponderEliminar
  2. ¿No entran taxis, vehiculos de reparto, ambulancias y camiones de recogida de basura en el Casco Viejo? Pues los servicios de la policia municipal tambien.
    Y por cierto los de la fai también tenian pinta de falangistas puteros pero mas desaseaus'.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón. La pequeña diferencia es que taxis, vehículos de reparto, ambulancias y camiones de recogida de basuras no pueden hacer su trabajo de otra manera.
      La gran diferencia es que nunca se comportan con los peatones como matones de discoteca. Suelen tener bastante más educación.
      Y por cierto, parece que sabes mucho de falangistas puteros.

      Eliminar
  3. No sé si has exagerado; si no, habría que entender que los txineles de ahora se parecen mucho a los de antes. De cualquier modo, lo importante —para mí— es que lo has contado muy bien.
    Saludos

    ResponderEliminar